El turismo rural se está convirtiendo cada vez más en una vía de escape del estrés urbano.
Si por un lado, hace unos años teníamos el éxito del éxodo rural de forma casi permanente, por otro lado, ahora estamos asistiendo a una regresión del éxodo rural en el turismo.
No es que esto vaya a ser permanente, pero ya es un avance en la evolución de un turismo de proximidad con la diversidad de fauna y flora.
Así, el turismo rural se asume, principalmente en la temporada de verano, como un factor de desarrollo social y económico en las zonas rurales.
Y esto nos lleva a la pregunta: ¿por qué hacer turismo rural en verano?
La respuesta es fácil. El turismo rural es un concepto de evasión de las complejas jornadas en el entorno urbano y es un destino de vacaciones en el que relajarse en un entorno más tranquilo.
Y la verdad es que el turismo rural lo tiene todo para sustituir al monótono turismo de una ciudad con miles de personas. En las zonas rurales hay playas fluviales, actividades radicales, fauna, flora y senderos con paisajes impresionantes.
La tierra fría, como la llaman en invierno, es cálida en verano, lo que permite realizar diversas actividades en familia.
Podemos empezar con el alojamiento. Situado en el pueblo de Gimonde, una de las puertas de entrada al Parque Natural de Montesinho, A.Montesinho dispone de seis casas de alojamiento para disfrutar de unas vacaciones en familia con la tranquilidad y la plenitud de las mesetas onduladas cortadas por profundos valles incrustados.
En el pueblo de Río de Onor se asume una identidad social diferente a la de las grandes ciudades. Hablando con los habitantes del pueblo se conocen historias del pasado. Historias que se palpan en las piedras del ex-libris del pueblo, el Puente Romano. Y aunque el desarrollo social ha impuesto una despoblación social, lo cierto es que no ha impuesto una despoblación cultural en el pueblo transmontano. Es posible, aún, conocer historias de tradiciones duraderas, como es el caso del horno y el molino comunitario.
En el Parque Natural de Montesinho, la inmensa flora y la fauna forman una simbiosis perfecta. El lobo ibérico y el ciervo rojo se convierten en protagonistas de una lista de más de 150 especies animales. La flora incluye brezo, cistus, yeso y matorral, que proporcionan el color verde al Parque Natural de Montesinho y embellecen los senderos.
De los distintos senderos, destaca la ruta de Porto Furado, de casi 8 km de longitud, que es un punto de encuentro perfecto con los cursos de agua procedentes de las montañas, que acaban confluyendo con el arroyo de Andorinhas.
El turismo rural presenta así un amplio abanico de oportunidades para descubrir lo desconocido, para conocer las tradiciones y las culturas de regiones ahora pobladas por la historia.